La sociedad banileja asiste perpleja a un espectáculo cuya trama raya en lo ridículo e indignante. Es la más burda representación teatral, considerada por la crítica cinematográfica como “El clavo del año” con un actor con signos de demencia, atrapado en un mundo imaginario que delata su condición de enfermo.
Lo extraordinario, insólito y fuera de serie, es que el protagonista, está siendo acusado por las autoridades de amenazar de muerte al presidente. Así como lo oyen.
Un paciente psiquiátrico, que en su estado de demencia se presenta como un peligroso terrorista que se apresta a atentar contra la vida del presidente de la República, del Director de la Policía Nacional y de un artista boricua, es la confirmación real del problema mental en que se encuentra Roberto Antonio Soto Mejía, mejor conocido como el Cubanito.
Uno de los tantos enfermos mentales que deambulan por las calles de la ciudad sin alcanzar la mirada compasiva de un Estado que los margina con un deficiente sistema de salud que los excluye de las atenciones requeridas.
La demencia del Cubanito no hay que adivinarla. Basta con escucharlo. Se manifiesta en sus discursos y ademanes. Y es que los internos de la cárcel local, los visitantes del palacio de justicia, los abogados y curiosos que acuden al tribunal, al ver los pronunciamientos encendidos del Cubanito, salen convencidos de que están ante un enfermo mental.
Sin embargo, como una tragicomedia, asistimos a una obra de teatro que comienza a ser rechazada desde la primera escena, ya que en el guion apresurado debió ser contemplado ingresar al Cubanito en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, las autoridades cambiaron de dirección procurando que se le conozcan medidas de coerción en medio de su estado crítico de locura. Es difícil de creer, pero Roberto Antonio, el enfermo que se presenta desde hace décadas como un terrorista internacional que tiene en agenda matar a figuras políticas, artistas y del área de justicia, en vez de ser tratado por un médico psiquiatra, está apresado y confinado como un peligroso criminal. Esperamos que el Ministerio Público, los representantes del tribunal y quienes le acusan desistan de someter a la justicia a un enfermo que merece ser tratado como tal.
Mientras tanto, seguiremos clamando en el desierto por los enfermos mentales, los que no pueden defenderse ni mucho menos reclamar las atenciones del Estado. Un Estado que no invierte para favorecer a los enfermos mentales que deambulan por las calles, los que hacen sus necesidades en las plazas y parques, los que pasan frente a nosotros sin el rostro del ser humano, los que no votan para elegir a las autoridades pero que son iguales ante Dios. Por ellos alzamos nuestra voz.