Con o sin interrogante, podemos afirmar que Baní está a merced de la delincuencia. Estamos desprotegidos, sin autoridades en condiciones de frenar los actos delictivos. Y no es cuestión de percepción, es la realidad que vivimos en el día a día. Estamos en un callejón sin salida, contando como van asaltando, robando y saqueando a nuestros vecinos, rogando para que los forajidos no lleguen hasta nosotros.
Lo más penoso es el drama que están viviendo jóvenes emprendedores que abrieron pequeños negocios con grandes ilusiones, y hoy pasan por el trauma de la frustración porque los delincuentes se han robado la inversión y ahora tienen deudas en entidades bancarias sin posibilidades de pagarlas.
A todo esto, tenemos la desgracia de observar una Policía Nacional carente de equipos y de personal para prevenir los embates de malhechores que están en las calles atracando y asaltando a los ciudadanos.
Es verdad que la delincuencia sale del seno de la sociedad, que se ha desbordado y crece en todos los espacios del territorio nacional, pero es un deber del Estado tomar medidas drásticas para enfrentar los hechos delictivos. ¿Cómo es posible que tres establecimientos de una familia emprendedora hayan sido penetrados por ladrones en menos de un mes en pleno centro de la ciudad? Por igual han desvalijado farmacias, ferreterías, tiendas de ventas de celulares, bancas de lotería, colmados y, hasta colegios privados.
Esto, sin contar los despojos de motores y pasolas, así como las tantas personas que son asaltadas saliendo de centros comerciales.
Realmente, Baní se ha convertido en un infierno, donde la delincuencia se mofa de las autoridades. De ahí la preocupación de los ciudadanos, incluyendo al senador Milciades Franjúl, quien a pedido en reiteradas ocasiones, la intervención del Director General de la policía, General Edward Ramón Sánchez González, para que disponga cambios en la comandancia regional con asiento en esta ciudad.
Y no es para menos, ya que -lo que está ocurriendo en Baní- donde está la sede de la dirección regional es algo alarmante, no queremos pensar lo que están sufriendo en otras demarcaciones más alejadas del radio de acción de estas autoridades.
Finalmente, desde los medios de comunicación no estamos para ser complacientes tratando de esconder lo que está ocurriendo, aunque creemos que muchos delincuentes son apresados por la policía y a sólo días vuelven a las calles para seguir cometiendo fechorías. Y esto ocurre por las debilidades de la justicia, y no por negligencia de la policía.
Demos al César lo que es del César.