Las ciudades hablan, se expresan y comunican sin palabras. Indican los avances, aciertos y desatinos de quienes deben conducirlas por mejores caminos.
Las ciudades delatan el comportamiento de sus habitantes, las virtudes y defectos, los valores que atesora, así como las debilidades y escollos que limitan su desarrollo.
Desde todos los espacios, con su peculiar acento, las ciudades nos muestran cómo piensan y se desenvuelven los ciudadanos, desde el más humilde hasta el más encumbrado en la cúspide del Estado.
Cada ciudad guarda y proyecta una radiografía exacta de su realidad: si está sucia y descuidada nos habla del deficiente servicio de limpieza y ornato, atribuido a factores que deben ser corregidos de inmediato para evitar enfermedades a partir de la contaminación ambiental.
Si las calles lucen rajadas, llenas de hoyos y convertidas en guayos, delata que hay falta de planificación en la ejecución de obras con la intervención de otras entidades del Estado.
Y si el tránsito es un caos, nos invita a indagar cómo están las calles, con sus paradas, semáforos y señales, pero sobre todo, cómo se desplazan los conductores. Es decir, las ciudades no son las culpables de que se les consideren arrabales.
Los verdaderos culpables son los ciudadanos que no cumplen con amar, respetar y cuidar la casa de todos, comenzando por las autoridades.
Escuchar el clamor del alcalde de la ciudad, en demanda de que la compañía contratada por el INAPA para corregir las fugas de agua cumpla con la responsabilidad de entregar los trabajos con la celeridad requerida, es fruto de la preocupación que todos sentimos al ver pasar los días, semanas y meses, con el mismo cuadro que muestra las calles convertidas en zanjas que limitan el tránsito de vehículos. Esto, como es natural, merece la atención generalizada de la población, porque la ciudad pide a gritos la urgente intervención para recobrar su identidad.
Se trata de Baní, la capital del sur, la ciudad más limpia y organizada del país, la que fue exaltada como modelo para todo el país, y hoy, aún con el aspecto que proyecta, tenemos la esperanza de que pronto florezca y se levante con su tradicional esplendor y belleza.