Lo buscan por todas partes. Se le acusa de los más salvajes y despiadados crímenes, convirtiéndose en el terror de cientos de mujeres que han vivido de cerca las tragedias que deja a su paso. Lo peor es que se desplaza sin rostro, tomando por sorpresa a sus víctimas para dejar sus nefastas huellas como evidencias de sus daños. Se trata del “Ácido del Diablo”, el mortal químico que aun estando prohibido permanece al alcance de la mano de individuos que lo utilizan para destruir la vida de seres humanos atrapados en conflictos pasionales.
Así lo hemos seguido, con el dolor a cuesta, viendo cómo se reproducen tragedias que marcan para siempre a las familias. Desde esa realidad, es oportuno destacar los esfuerzos que realiza el Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro Consumidor), decomisando decenas de envases de un producto químico que se oferta en negocios y ferreterías sin tomar en cuenta el uso indebido que le dan algunos desaprensivos.
En un país donde los ciudadanos hayan alcanzado un mínimo nivel de conciencia no habría que hacer ningún tipo de levantamiento, operativo o decomiso para incautar estos químicos, porque simplemente no serían parte de las ofertas a los consumidores, tan sólo como medida de prevención y seguridad de la población.
Sin embargo, en la República Dominicana, donde todo es posible, cualquier individuo con fines inconfesables adquiere los productos que se están decomisando, entre ellos el famoso Plomerito, ácido sulfúrico y otros que al mezclarse generan el destructivo Ácido del diablo.
Mientras tanto, más que salir a decomisarlo y cazarlo, es preciso establecer sanciones drásticas para quienes ofertan estos ácidos, asumiendo establecer en el Código Penal la tipificación de acto de terrorismo para los autores materiales e intelectuales de los horrendos crimines que en gran medida afectan a mujeres. Si los involucrados son sentenciados a treinta años sin derecho a fianza y se le incautan todos sus bienes para favorecer a las víctimas, estaríamos enviando un mensaje a quienes sus bajos instintos les llevan a dañar la vida de los demás.
Las víctimas del Ácido del Diablo, no solamente son afectadas físicamente, sino que están condenadas de por vida a sufrir traumas psicológicos, que les conducen a vivir en un encierro. Por lo tanto, los agresores deben ser condenados a la pena máxima, aunque eso no compensa la magnitud de los daños que causan en familias que nunca se van a reponer de la tragedia que significa desfigurar el rostro de uno de sus parientes. No basta con decomisar el ácido del diablo, hacen falta otras acciones para erradicar su uso por la fuerza.
UN PELIGROSO ASESINO…
Editorial de Peravia Noticias martes 07 septiembre 2021